Cuando yo nací llevaban dieciocho años de casados y mamá ya estaba bastante más liberada de esa tarea que llevaba tan mal, además de que los años de mayores problemas económicos habían pasado. Recuerdo que íbamos a comer fuera por lo menos una vez a la semana. Muchas veces íbamos a un pequeño restaurante que estaba a menos de cien metros de mi casa. Era un lugar muy modesto pero con buena comida, había comenzado como panadería, después se habían ampliado a carnicería y vender la comida preparada había sido algo así como el paso natural. Allí no había esas sillitas altas especiales para niños por lo que cuando me veían llegar un mesero iba corriendo a traer una caja de coca cola que pponía encima de la silla con un cojincito para que yo alcanzara la mesa, tendría yo unos cuatro años.

NO recuerdo qué comía en ese lugar porque para mi el verdadero gusto estaba al final de la comida, cuando papá me daba una monedota de un peso para mi solita

y yo me iba hacia la salida, donde estaba la caja registradora... allí había muchas golosinas, dulces de leche, chicles, cosas que podían ser postres pero al ladito tenían también una estantería con revistas, periódicos y comics de todos tipos. Yo les llamaba "los cuentos". Como yo tenía recién estrenada la habilidad de leer, me bebía todo lo que caía en mis manos y esa moneda que me daba papá me daba la posibilidad de elegir uno de esos "cuentos". Me emocionaba la sensación de que era yo quien lo compraba y que lo hacía por mi misma.
Muchas veces compraba un ejemplar de los Clásicos Infantiles Ilustrados porque tenían más texto y me tardaba más en terminarlos:

Otras veces compraba La pequeña Lulu, Periquita, Super Héroes o lo que hubiera... la cosa era elegir por mi misma y hacer que mi monedota de peso durara lo más posible...